jueves, 27 de octubre de 2011

En una noche lúgubre y plácida
donde el negro cuervo no descansa,
sale a pasear mi alma,
ávida de placeres sin fin.

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El viento hiela la senda
que me ha de llevar hasta tu esencia
es el aliento de la muerte que por fin
dictó su comparecencia.

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Y te observo en tu lecho de rosas
con fragiles manos y pálida tez
tu imperturbable juventud reposas,
¿Podré tenerte alguna vez?

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El cuervo se burla de mi desgracia
y mi alma se aflige al contemplar
como la muerte sin remedio yace
sin que yo la pueda demorar.

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Y mi alma negra, llena de dolor
por la eternidad quedará,
al no poder contemplar su cara,
mi bello ángel jamás volvera.